Se cumplen doscientos años de la Batalla de Waterloo, el conflicto
bélico que terminó de enterrar al imperio napoleónico y supuso el devenir de una
Europa convulsa.
En
1814, las tropas aliadas formadas por las divisiones de Gran Bretaña, Prusia,
Países Bajos y Bélgica, estaban decididas a acabar con la interminable
hegemonía gala liderada por Napoleón Bonaparte, quien, en mayo de 1804, había
sido nombrado emperador de los franceses. No obstante, durante su primer
reinado, Napoleón se había ganado muchos enemigos a lo largo de toda Europa
debido a su deseo de implantar el yugo francés en esta, y los frentes de
batalla en los que participaba se contaban por decenas. París, la capital de este
joven imperio formado tras la Revolución francesa de 1789, fue tomada el 31 de
marzo de 1814, poniendo entre la espada y la pared a Napoleón.
Poco
después, sin demasiadas opciones donde elegir, Bonaparte renuncia y es exiliado
a la isla toscana de Elba. Es así como se instaura la primera monarquía
borbónica de Luis XVIII. Sin embargo, para sorpresa de los aliados, quienes
pensaron que Napoleón ya no suponía ningún peligro, el tirano Bonaparte, como se le conocía en la realeza europea,
escogió morir matando, por lo que se escapó del lugar en el que lo tenían preso
y se dirigió a París, donde todo el pueblo y la armada francesa le mostraron su
apoyo incondicional. Así mismo, los aliados, al conocer la noticia, decidieron
reunirse en Viena para formar la Séptima Alianza y, así, quedaron fijados los
dos bandos beligerantes.
No
obstante, Napoleón sabía que si quería ganar contra el numeroso y bien armado
ejército aliado, la única posibilidad era evitar la unión de las milicias inglesas
con las prusianas, las cuales, a pesar de ser socias, se encontraban a una
distancia de casi cien kilómetros. Finalmente, los aliados, dirigidos por el
duque de Wellington, y los franceses, comandados por Napoleón Bonaparte,
tomaron posiciones en el pueblo belga de Waterloo; y los soldados, que eran más de 100.000 en el
bando aliado y unos 70.000 en el bando francés, se midieron en una batalla de alrededor
de 12 horas, en la que, tras interminables ataques, contraataques y forcejeos,
los franceses se jugaron todo a una carta: la penetración de la Guardia
Imperial a través del frente central. Esta brigada, totalmente invicta hasta el
momento, era uno de los seguros de Napoleón, por lo que se ordenó que penetrara
por la fisura de las filas aliadas, pero,
cuando se adentró en esa zona, 1500 ingleses armados con fusiles se
levantaron del suelo y dispararon sin medida a la Brigada francesa, decidiendo
el rumbo de la Batalla y, por consecuente, el de toda Europa.
Finalmente,
las tropas galas, viendo la victoria totalmente imposible, decidieron
retroceder, desordenadas, hacia Francia. Por otro lado, Napoleón, quien ya daba
por perdida toda esperanza de volver al poder, intentó huir en un barco hacia
América, pero los aliados lo detuvieron a tiempo y lo exiliaron a la isla
sudafricana de Santa Helena, donde murió 6 años después, a los 51 de edad.
Mario
de la Fuente.