Shinzo
Abe, líder del partido liberal democrático, ha sido reelegido como primer
ministro japonés.

El
líder conservador japonés sabe cuáles son los puntos que debe reformar para
devolver a la tercera fuerza mundial que es Japón, a la cúspide de las
economías mundiales. Primero desea reformar la constitución con la que el país
se ha regido desde la II Guerra Mundial; reabrir los 50 reactores nucleares que
proporcionaban un tercio de la energía al país que están cerrados tras la
tragedia de Fukushima, acordar un pacto de libre comercio en el Pacífico con
E.E.U.U o reestructurar el mercado laboral nipón. Todos estas y algunas otros
medidas, aparte de sacar a Japón de la crisis económica en la que está, se
lanzan para poder desbancar a China de ser la 1ª potencia asiática.
De
su férrea alianza con la formación Komeito surgieron los 326 escaños de la
cámara baja, que la dan el control absoluto del país.
Además,
el partido que tradicionalmente les ha sido competencia, el PDJ, se hunde tras
su espantosa etapa en el gobierno nipón entre 2009 y 2012, debido a la cual han
conseguido la ínfima cantidad de 11 escaños, que comparados con los 326 de Abe,
parecen calderilla.
Estas elecciones han sido sorprendentes, y no
por los resultados. La mayoría social del pueblo nipón muestra su descontento
general con unos datos arrolladores. En estas elecciones, solo el 51 por ciento
de la población nipona ha ejercido su derecho a voto, y, además, el ascenso
meteórico de fuerzas políticas con ideales extremos es preocupante. Todo lo
citado se refleja en la más que mundialmente conocida revolución de los
paraguas, que hace poco ha sido desarticulada.
Mario de la Fuente.