Este
artículo puede que te haga reír en ocasiones o pensar en otras, pero, ten por
seguro, que ante todo aprenderás cosas nuevas y sorprendentes que difícilmente
olvidarás.
Los Canguros:
Los canguros, esos animales tan
amables, graciosos y saltarines, deben su nombre a un chistoso malentendido.
Cuando los ingleses llegaron por primera vez a la actual Australia, hace cerca
de tres siglos, quedaron atónitos con la rareza de este animal y preguntaron a
uno de los nativos que habitaban el lugar el nombre del mamífero. Este hombre
les respondió “Kan- Guh- Ru”, de ahí al nombre Kangaroo, que en su
idioma significaba: “No tengo ni idea”.
Yucatán:
Otro gracioso malentendido es el
que da nombre a este lugar donde se estrelló el gran meteorito que acabó con
los dinosaurios. En esta ocasión, fueron los españoles quienes, tras
desembarcar en el lugar, preguntaron a una indígena acerca del nombre de aquel
magnífico sitio, y esta respondió: Yucatán, que significa “ No soy de aquí”.
American Airlines:
Ocurrió en los años ochenta
cuando esta compañía aérea americana tenía como objetivo reducir los gastos
generales de sus servicios, y, seguramente ideado por un dirigente cuanto menos
“meticuloso”, se puso en marcha un plan que se podría calificar de, al menos,
rácano: quitar una aceituna de cada uno de los platos de comida servidos en Bussiness.
Increíblemente, tras un año con esta práctica, la aerolínea ahorro en torno a
40.000€.
Las Estatuas (ecuestres):
Puede que las consideremos como
simples memoriales a grandes héroes y luchadores valientes, pero, detrás de la
belleza de sus pulidas líneas y su cuidada talla, se esconde un secreto que
indica cómo murieron los personajes a los que representan. Si el caballo que
monta el personaje tiene sus patas delanteras levantadas, su muerte fue en el
campo de batalla; cuando el caballo tiene una de sus patas frontales en el
aire, significa que el héroe murió de las heridas causadas en combate; pero si
el caballo tiene sus cuatro patas sobre el suelo, el representado murió de
causas ajenas a la batalla.
Mario de la Fuente