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viernes, 17 de octubre de 2014

¡Levántate!,¡ponte en pie!



   Cuando el hombre empezó a ponerse en pie, rompiendo su curvatura, empezó a ser. Sólo cuando dejó de curvarse sobre sí mismo empezó a ser persona. Tardó en levantarse. Pero cuando pudo sostenerse sobre sus pies, cuando liberó sus manos, cuando empezó a mirar hacia arriba y su capacidad craneal se transformó y amplió, entonces comenzó a querer elevarse sobre sí mismo, quiso ser más. Benditos sueños. Bendito esfuerzo liberador.

En un sentido más espiritual, el estar curvado sobre sí mismo, decía San Agustín, es signo de cerrazón y egocentrismo, raíz del pecado. Sólo cuando somos capaces de enderezarnos y abrirnos a otras dimensiones, en vertical ascendente o descendente y en horizontal, es cuando crecemos en perfección.




    Pero tendemos a doblegarnos: por los trabajos, por los cansancios, por los egoísmos, por los fracasos, por la falta de interés, por la falta de metas. Hay que levantarse. Hay que ponerse en pie. Estar en pie es signo de dignidad y libertad. La persona postrada es una persona humillada o servil. Ninguna persona debe estar postrada ni postrarse ante otra persona. Todos tenemos la misma dignidad.

   “¡Levántate! dijo Pedro a Cornelio, yo soy un hombre como tú” (Hechos 10,26). Ante Dios sí podemos arrodillarnos y postrarnos, pero Él nos prefiere en pie, como hijos suyos que somos.

    Jesús ha venido a ponernos en pie. Extendía su mano maravillosa y levantaba. Así lo hizo con la suegra de Simón (Mc. 1 ,30-31), con la hija de Jairo (Mc 5, 41), con el hijo de la viuda de Naín (Lc. 7, 14-15), con aquella mujer encorvada que no podía enderezarse. Jesús no aguantaba esta imagen de mujer encorvada. Sin esperar a que ella le pidiera algo, Jesús “la llamó y le dijo: mujer, eres libre de tu enfermedad… Puso las manos sobre ella y ella se enderezó y glorificaba a Dios” (Lc. 13, 11-13.16). Y aquella mujer, despojada de su mismo ser de persona, se pone derecha, recobra su dignidad y su belleza. Ya es libre, ya es ella misma y puede cantar la vida y glorificar a Dios.

    Hoy, como ayer, Jesús viene a nuestro mundo para decirnos a cada uno de nosotros: ¡Levántate! ¡Ponte en pie! No te dejes encorvar por las dificultades, por el desánimo, por intereses egoístas. No dejes que nadie robe tu dignidad. Abre tus horizontes. Sé tú mismo. Sé tú misma.


                                                                                                                                                 P.Benicio